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EDIFICIOS PARA INFANTES



En la mayoría de los centros urbanos de las ciudades, el alto valor de la tierra y su consecuente especulación inmobiliaria, esquirlas de la vida moderna, han originado densas construcciones, resultado de la búsqueda de mayor rendimiento por lote. Una de las manifestaciones más extendidas de éste fenómeno es la exponencial división del suelo.

Aquello que comenzó con “solares” (denominación que dieron los españoles a terrenos que ocupaban cuartos de manzana durante la estructuración de muchas ciudades en el período de colonización) fue con el tiempo, el crecimiento demográfico y la evolución de la actividad económica; subdividiéndose hasta la actualidad en parcelas cada vez más pequeñas.


Hoy en día, en nuestra ciudad por ejemplo, son mayoría los terrenos de proporciones “tubulares”: de gran profundidad en comparación con su frente hacia la calle. Si a esto le sumamos adaptaciones para propiedades horizontales (condominios, dúplex, conventillos, etc.) las dimensiones a veces se estrechan aún más.

Se presentará entonces en el futuro el desafío profesional de resolver edificios cuya conformación permita “engañar” la exigente compactación de masas que el mercado irá progresivamente imponiendo al tejido urbano. Este desafío se verá potenciado a la hora de resolver funciones que históricamente se resuelven de manera extensiva no intensiva, y para las que los “modelos” conocidos no se ajustan.

El ejemplo de los jardines pre-escolares y escuelas de enseñanza primaria es adecuado para el ejercicio: ¿Cómo debiera ser, por ejemplo, una escuela o un jardín ubicado en un estrecho edificio en altura?



Aquí se entrecruzan y relacionan las posibles características espaciales con aspectos del aprendizaje, es decir, cómo responde el edificio no sólo a las condicionantes físicas ya exigentes en sí mismas, sino también a variables pedagógicas. Sabemos, por ejemplo, que los niños tienen una etapa de “aprendizaje de contacto”: palpar, probar y manipular elementos. Conocer materiales y texturas.

Personalmente me resulta emocionante indagar sobre cómo el edificio asume el hecho de racionalizar el desplazamiento vertical de los niños frente al tradicional desplazamiento en el plano, éste mucho más natural; O cuál es la traducción en altura del patio tradicional al que intuitivamente uno desborda; De qué modo reemplaza la antigua relación con los espacios exteriores y qué nueva dinámica propone; Cómo debería ser la accesibilidad y la distribución de los alumnos en los espacios; E incluso qué mejora plantearía.


Existen ya algunos para-modelos en el mundo para este tipo de encargos, bien sean casos donde el espacio es el que condiciona (en la nueva arquitectura vietnamita, por ejemplo) o casos donde nuevas dinámicas educativas exigen nuevas tipologías espaciales (escuelas con sistemas de aulas multi-edad organizados en niveles). Sin embargo no hay muchos antecedentes ni siquiera a nivel latino-americano.


Sirvan entonces estos breves párrafos para animar a colegas a investigar, debatir y profundizar sobre la creación de nuevas posibilidades arquitectónico-espaciales para funciones ya conocidas y para ser insertadas en nuestro medio. Habituarnos a ejercicios de ésta índole aceitará la costumbre de diseñar relaciones espaciales que hoy son deseables y luego serán necesarias.


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